viernes, 15 de junio de 2007

La justa

No le temía al tigre de tus ojos ni a la encendida mecha del tibio experimento.
Le temía al forcejeo de miradas, al acto reflejo y a tu zarpa tornasolada.

En opinión de la sangre que baja por el cuello fue demasiado amor.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Uy, que grosso.
Como me gusta cuando no te drogas!

Anónimo dijo...

Zarpaaaaado!!!!

Anónimo dijo...

Está bueno!
Ahora, digo, si uno siente que le ofrecieron "demasiado" amor, puede ser que, en realidad, uno esté desinteresado en ese otro que le "ofrece" algo, no?
Tal vez, hay que ver hasta dónde quiere llegar uno y qué tiene uno para ofrecer... ¿miedo?
Suponiendo que exista libertad en materia de emociones, a medida que uno avanza en la vida y aprende de sus errores puede alcanzar un mayor grado de libertad.
Brindo porque nadie sea vampiro de nadie y por una libertad tornasolada!

Anónimo dijo...

Eso!
Hic!

AlmereydA dijo...

Nuevos amigos, vaya alegría.
El romanticismo aparece siempre como la manera más bella de ver el mundo. Si, defiintivamente ocurre que fue demasiado amor.

Livio dijo...

Lavi: Nada q ver con Grosso!

Luc: Sí un animal de la poesía.

Titanic: Sos como el brazo armado de mi terapeuta!
Lavi: Incomentable
Edwardo: Welcome o sea alfombra!